La infancia y la adolescencia son períodos fundamentales para el desarrollo cognitivo y afectivo de la persona. En estas etapas se aprenden los guiones que influyen en nuestro comportamiento, emocionalidad y pensamiento acerca de nosotros mismos, de los otros y del mundo. La autoestima, la confianza y seguridad personales van creciendo en un marco de desarrollo libre de conflictos importantes y libre de limitaciones aptitudinales, afectivas o comportamentales.
Cuando esta situación es alterada, o el menor padece alguna alteración física y/o mental, el trabajo terapéutico resulta básico para reestructurar pensamientos y entrenar a los jóvenes e infantes a identificar las distorsiones y modificarlas. En ocasiones, resulta esencial enseñarles a resolver problemas, aumentar su atención y concentración, mejorar su capacidad de memoria, controlar sus emociones -angustia, tristeza, ira, vergüenza, inseguridad- a través del aprendizaje de habilidades cognitivas nuevas u ocuparnos de ayudarles a gestionar sus relaciones interpersonales y su estilo comunicacional. Estos son sólo algunos de los motivos de consulta más demandados entre la población infanto-juvenil, sus padres y profesores.
Se realiza una evaluación minuciosa de la persona en una relación donde prima la empatía y se crea -bien a través del juego en los más pequeños o la conversación a partir de la pubertad- un ambiente de confianza y comodidad en las primeras sesiones, en el que puedan conectar menor y terapeuta para poder facilitar el proceso de cambio.
Los padres o tutores legales juegan un proceso importante en este proceso por lo que se les hace partícipes de la terapia en la mayor parte de las ocasiones. Se ofrecen pautas para poder conseguir una mejora más fácil y rápida del menor. La intervención conjunta de la familia, la escuela y el terapeuta está contemplada como la ayuda eficaz en la consecución de los objetivos del tratamiento.
En la terapia infantil manifiesto un interés personal por acotarla todo lo posible en el tiempo para conseguir que no se identifiquen en la enfermedad o psicopatología y puedan solventar sus dificultades en el menor tiempo posible; salvo, en casos excepcionales en los que se requiera una atención o seguimiento minuciosos debido a la particularidad de la clínica presentada.